No siempre es posible hacer los proyectos cuándo se quiere. En esta ocasión, el corto, ha ido por festivales y ya lleva en su trayectoria más de 100 premios. Un palmarés más que considerable por el que felicitar al equipo.
Nos ha costado poder encontrar el momento, pero ha llegado, con pandemia, pero ahí estamos. Ya podemos utilizar el corto en visionado en aulas solicitando la proyección con antelación en la siguiente direccíon ceroonair@gmail.com
- Para verlo, solos dos pasos:
- Formulario a cumplimentar
- Carta de compromiso
Y una introducción, de lujo, al uso educativo de La Tierra llamando a Ana.
Maria Antonia Casanova, nos había preparado ya el texto pero, hasta hoy, no se ha podido enlazar a un proyecto muy necesario en el curso 2020/21 con los más que imprescindibles Planes de Alfabetización Audiovisual en las aulas. El corto, una duración perfecta para acometar esa actividad de cine en el aula.
Salvar
los silencios, salvar las distancias
“El silencio es una gran
distancia”, nos dice Ana.
Los muros, visibles e
invisibles, también.
La vista salta el muro, la
voz salta el muro… Pero cuando aparecen barreras infranqueables, la
incomunicación se hace patente y la soledad se empodera en la persona.
Hay que “pontificar”, tender
puentes que acerquen las orillas, que rompan la distancia, que superen el
silencio obligado, no pretendido ni buscado. Reconozcamos, sin embargo, que
también hay silencios comunicativos, que permiten sentirse más cerca de
alguien, que hablan e invaden nuestro ser y nos hacen sentir la compañía con
una profundidad desacostumbrada. Silencios que nos iluminan e invitan a
reinventarnos.
La comunicación todo lo
puede. Por encima de obstáculos insalvables, una persona es capaz de aproximarse
a otras mediante la voz, la palabra que vuela desde los ojos, las manos o la
sonrisa. No importa cómo se exprese. No importa con qué silencio. Cualquier gesto
es bueno para comprenderse, para unirse a la humanidad, para ser con los otros.
Cualquier sosiego es bien recibido para lograr la comprensión mutua.
El diálogo es la base de la
convivencia. Somos diferentes y entendemos el mundo (nuestro mundo cercano) de
formas diversas. Pero somos expertos, cuando queremos, en acortar
desigualdades, discrepancias, alejamientos…
La ruptura, la separación,
la incomprensión, la confusión, la indiferencia, la tensión, el disgusto, la
dureza, el atropello, la violencia…, son frutos directos de la incomunicación,
del desconocimiento mutuo, de la desconfianza que este genera.
A través de las bellas
imágenes de “La Tierra llamando a Ana” y de su impactante melodía, se nos
muestra esta realidad dura y fácil, agresiva y tierna, distante y próxima,
rotunda y, sin embargo, posible de obviar.
La palabra nos salva, nos conecta.
Nos presenta el mundo de un modo u otro, según dicta nuestra cultura, nuestro
contexto, nuestro anhelo de inclusión en el verbo de todos. Por eso es el nexo
más preciado para alcanzar una sociedad en comunidad universal.
El esfuerzo, la voluntad, el
ideal utópico nos empujan hacia mundos mejores. Se pueden alcanzar uniendo las
voces, las manos, las miradas y, por qué no, los silencios plurisignificantes.
Los procesos pueden resultar
difíciles, pero poco a poco vamos aproximando posturas hasta llegar a
entendernos. El final es feliz. De plena comunicación. Hacia ella caminamos,
gracias a muchos trabajos como este que ahora nos es posible disfrutar y admirar.
Mª Antonia Casanova
Madrid, junio 2019